El baile de cuatro patas
Este es Jake, tiene veinte nombres, cada apodo es una capa de nuestra memoria compartida y varias versiones suyas viven en mi cabeza. Cuando regresa del jardín y pisa el genkan1 de la casa se arrima a la pared y, al compás de nuestro canto de limpieza, levanta la primera, segunda, tercera y cuarta pata para el ritual que sabemos de memoria.
Primera pata. 🎵
Segunda pata. 🎵
Tercera pata. 🎵
Cuarta pata. 🎵
Lo sorprendente no es su obediencia, sino cómo se amolda. Cada persona de la casa limpia en un orden distinto y Jake ajusta la secuencia sin titubear, como si tuviera un mapa mental de nuestras preferencias y estaturas.
Hasta hace poco, la mayoría de investigadores habría dicho: “Condicionamiento operante. Tu perro repite porque fue reforzado”. Y sí, ese tipo de aprendizaje existe y podría explicar la rutina… hasta que algo cambió.
Condicionamiento… ¿o algo más?
Una tarde regresé del oculista con el ojo izquierdo parchado por primera vez. Saqué a Jake al jardín, orinó en su rincón favorito, me vio viéndolo y corrió a la casa a esperar en el genkan. Tomé la toallita de siempre pero él reaccionó como nunca: me dio dos vueltas y se colocó a mi lado derecho, intercambiando lugares conmigo.
Jake sabía que me era difícil verlo por la izquierda. Posó su mente en la mía durante unos instantes y se ajustó a mi perspectiva para facilitarme la vida. Le di las gracias con un ¡good boy! particularmente sonoro.
¿Qué es la teoría de la mente?
La habilidad que mostró Jake se llama teoría de la mente (TdM).
La TdM en cinco palabras: atribuir estados mentales al otro. Los estados mentales pueden ser emociones, intenciones, conocimiento, creencias, deseos, planes y demás.
En otras palabras: la habilidad que tiene una mente para notar la existencia de otras mentes, así como el acto de enfocarse en ellas o en sí misma. Así se explica que sea la base de la estrategia, de la empatía y del engaño.
En la ciencia moderna: una habilidad mental más antigua que la humanidad misma, la capacidad de imaginar lo que otro sabe, siente o planea, basado principalmente en sus signos corporales. Esta palabra exacta, el otro, es muy importante: puede ser otra persona, un animal o uno mismo desde otra perspectiva2, y hasta en casos especiales un objeto3.
El término TdM nació en 1978 con un experimento en animales4 y una pregunta. ¿Los chimpancés pueden comprender la intención humana? Gracias a Sarah5, por fin comenzó a sugerirse que tal vez esta habilidad no era exclusiva de los seres humanos.
Hoy en día, sabemos que también la tienen en mayor o menor grado todos los grandes simios y algunos monos, los perros y lobos, los cuervos y otras aves, los delfines y ¡claro que los elefantes también! La lista sigue creciendo y ya están a punto de sumarse dos invertebrados: los pulpos y las arañas.
Perros que nos leen
Jake nos da cada pata por una secuencia aprendida, pero también identifica al humano en turno y ajusta su postura según la altura y ángulo de la persona, anticipando su acción. Este ajuste dinámico encaja con la sensibilidad canina a la perspectiva del otro descrita en estudios6 donde los perros distinguen qué puede ver un humano y en consecuencia modifican su conducta.
En 2004, Juliane Bräuer y su equipo probaron si los perros podían ponerse en los zapatos de un humano que les negaba un trozo de comida. Los investigadores colocaron una barrera: si tapaba la vista del experimentador, los perros robaban el alimento; si no, se quedaban quietos.
Pero cuando el juego les exigía recordar lo que ellos mismos habían visto (¿en cuál caja cayó la golosina?), los mismos perros actuaban a ciegas. Conclusiones: sensibilidad fina a la perspectiva ajena, poca metacognición propia.
Si un perro puede acomodar su cuerpo a nuestra línea de visión, ¿qué pasa con criaturas que apenas consideramos? Aquí entra en escena la inquilina más silenciosa de la casa.
Ocho ojos
Ahora mismo hago una pausa e inclino mi cabeza hacia abajo en un momento de contrición: Soy raro porque me gustan las arañas. A pesar del miedo y asco de mi esposa hacia ellas, confieso que nunca he expulsado una sola araña de mi casa o de mi cama. Confieso que gozo verlas muy de cerca y muy quieto; me deleito en mirar cómo frotan sus pedipalpos7 con fruición y ansío sus miradas. Mea culpa.
El año pasado apareció en el genkan, en la esquina de los zapatos, una araña gigante. Las llaman arañas ‘patas-altas’ en Japón (ashidakagumo) aunque son comunes en buena parte del mundo. Esta tenía solo siete patas, cuando la vi cazaba junto a mis zapatos pero corrió a esconderse en cuanto me acerqué a la entrada. Pleno verano: el calor y la humedad eran sofocantes y eso quiere decir que hubo más comida para ella.
En los siguientes días hice todo lo posible para no molestarla pero la observé a ratos. A cambio, no solo me perdió el miedo sino que eligió mis zapatos como su escondite predilecto. No era el mejor lugar porque, a pesar de mis advertencias, Jake Snake8 la pisó. La araña sobrevivió con cinco patas y fue tan emocionante verla viva y cazando a horcajadas en mi zapato que en un acto festivo le puse nombre. Cuando por fin llegó septiembre con su viento amable y un respiro, había aumentado su tamaño.
A pesar de que cazaba en el suelo, en un par de ocasiones la araña subió por la pared hasta la altura de mis ojos atentos y nos miramos. En octubre perdería una pata más, perseguida por otra araña de mayor tamaño. Al final su apariencia daba pena, como lo ilustra esta fotografía fuera de foco. Pobre. Al día siguiente ya había desaparecido y la dimos por muerta entre el paso de un tifón y la precariedad de su cuarta pata.
Cuál sería mi sorpresa cuando en enero reapareció por detrás de la gaveta del cuarto de limpieza. La vi salir de una hendidura que nunca fue sellada, en el camino a ducharme. Cuatro patas, patrón idéntico, algo más grande: la misma.
Y aquí te ruego que suspendas tu incredulidad y tu apego a la razón unos momentos, como cuando alguien cercano a ti te confía su experiencia con extraterrestres. Porque la araña trepó por la pared y se detuvo a veinte centímetros de mi rostro, a la altura de mi frente. En ese instante llamé a la araña por su nombre y juntamos nuestros diez ojos durante un buen rato hasta que el frío me calaba los huesos. Estaba orgulloso de ella porque sobrevivió sola sin cuatro patas y halagado porque pareció reconocer mi existencia.
Al ir a dormir esa misma noche la vi viva por última vez, avanzando lenta hacia el genkan, encorvada sobre sí misma y casi marchita. ¿Eligió morir junto a los zapatos porque tenían un significado particular en su mapa espacial o porque le atribuyó valor a otra mente? No sé. No tengo manera de saberlo. La teoría de la mente suele fallar frente a la información incompleta del otro.
Ocho patas, una mente
Los pulpos han sido estudiados en busca de rastros de teoría de la mente. Varios estudios reportan su uso rudimentario, al igual que el de otras habilidades cognitivas, en estos seres tan peculiares. Algunos investigadores y buzos profesionales reportan amistades recíprocas que duran toda la vida con pulpos específicos.
Roland Anderson9 y sus colegas encerraron a varios pulpos (Enteroctopus dofleini) con dos personas indistinguibles a simple vista. Una de ellas los alimentaba, la otra los molestaba con un palo. En poquísimas sesiones los cefalópodos aprendieron quién era quién.
Ante las personas amables salían, extendían los brazos y cambiaban de color, a la expectativa. Frente a las hostiles se encogían, se camuflaban o huían... incluso aunque ambas personas trajeran la misma ropa y permanecieran inmóviles durante la prueba. La memoria les duró semanas sin refuerzo.
Si dos mentes tan alejadas evolutivamente pueden rozarse e interactuar, el futuro es ancho.
¿Y las arañas? A pesar de mi anécdota, que no es ciencia, pocas familias de arañas son sociales y su percepción visual es pobre. Aun así, existen estudios sobre arácnidos y sus habilidades cognitivas.
Uno10 exploró los desvíos planificados en arañas (Portia fimbriata) que comen arañas, y demostraron planificación de rutas y memoria de trabajo, muestras de cognición espacial avanzada. Otro11 encontró que las arañas distinguen entre movimientos biológicos y no biológicos, un paso hacia la cognición social.
Tu mente y todas las mentes
Tal vez la teoría de la mente se despliegue en gradientes según la complejidad: del plano donde una araña observa al otro, al escenario donde un perro anticipa nuestra torpeza, hasta alcanzar el laberinto predictivo de diecisiete jugadas que protagonizaron Kennedy y Jrushchov durante la crisis de los misiles de Cuba.
La teoría de la mente nos dice que podemos entrar en la cabeza de alguien más, de otros seres vivos, o hurgar en la nuestra con ojo crítico. Cuando dudes de tus propios estados mentales, haz una pausa y mira a tu alrededor y hacia adentro. Observa a otras personas y ponte a leer mentes, y obsérvate.
Cada vez más, la ciencia acepta que hay mentes en lugares antes insospechados, en seres que también poseen teoría de la mente.
Cada encuentro nos recuerda que compartimos la casa y el planeta, y quizás algo más valioso, con todas sus mentes.
¿Cuál era el nombre de la araña? ¿Cuál es la cuarta pata?
Gracias por posar parte de tu mente en parte de la nuestra unos minutos. Y tú, ¿haz notado la teoría de la mente en alguna mascota u otro animal?
Si esta lectura te aportó algo, cuéntanos. Tus comentarios nos motivan y, hasta ahora, hemos respondido a todos. Ya sea una impresión, una pregunta, una sugerencia o una corrección, queremos leerte.
Un pequeño pequeñín que obliga a sonreír. ¿Teoría de la mente?
El genkan es la entrada de las casas y departamentos en Japón. El uso común es quitarse los zapatos ahí antes de pisar el suelo del resto de la vivienda.
La TdM nos permite reflexionar sobre nuestros propios estados mentales. Es decir, es una forma de metacognición.
¡La impresora me odia! Se trata del antropomorfismo: cuando le atribuimos rasgos humanos a lo que no es humano. Sucede mucho en este artículo...
Premack, D., y Woodruff, G. (1978). “Does the chimpanzee have a theory of mind?”. Behavioral and Brain Sciences, 1(4), 515-526.
Cuatro años después Premack publicó el libro The Mind of an Ape (1982).
Sensibilidad canina a la perspectiva humana: Bräuer, J. et al. “Visual perspective taking in dogs (Canis familiaris) in the presence of barriers” (2004), y Horowitz, A. (2009) “Attention to attention in domestic dog (Canis familiaris) dyadic play”. Animal Cognition.
Pedipalpos: segundo par de apéndices de los arácnidos.
“Snake”: apodo que se volvió nombre cuando Jake se arrastró por el pasto como serpiente. Otro nombre de Jake es Zumbador, por el día que comenzó a zumbar con fuerza su ventilador favorito y Jake ladró siguiendo el ritmo.
Anderson, R. C. et al. (2010). “Octopuses (Enteroctopus dofleini) Recognize Individual Humans”. Journal of Applied Animal Welfare Science, 13(3), 261-272.
Cross, F. R., & Jackson, R. R. (2020). “Arthropod intelligence?”. Frontiers in Psychology, 11.
De Agrò, M. E. et al. (2021). “Perception of biological motion by jumping spiders”. PLOS Biology.
Me encantó el texto. Coincido plenamente. También me gusta observar a los animales y hablarles. Estoy convencido de que nos entienden mucho más de lo que nosotros los entendemos a ellos. Siempre lo he dicho, y me sigue pareciendo inconcebible que, a estas alturas, todavía haya quienes hablen de “mentes menores” o nieguen su capacidad de razonar, de sentir o de ser conscientes de sí mismos.
Tu forma de explicarlo es clara, profunda y muy motivadora. No solo pone las cosas en su lugar: las dice con la precisión que muchas veces faltaba.
Quienes compartimos la vida con animales lo sabemos bien: nuestra comunicación con ellos —cómo nos entienden y cómo nos hacen entender— va mucho más allá del instinto, del reflejo o de una respuesta básica. Es otra cosa. Es el olor, el tono de la mirada, el color del movimiento. Es un lenguaje entero que no pasa por las palabras, pero que está lleno de sentido.
Y sí: va aún más allá. No solo son seres con mundo propio, también son empáticos. Hay en ellos presencia, intención y cuidado.
Gracias por el texto.
Uno de mis textos favoritos al momento, digo hasta el momento porque a pesar de que todos los textos y libros son increíbles, esa sensación cuando lees un texto por primera vez y abre tus pensamientos es inigualable, gracias por compartir tus pensamientos y enriquecer los de los demás. ❤️❤️🐶