Mira al bebé tirando su cuchara desde la silla una y otra vez. No es solo un juego: está experimentando, observando cómo cae, midiendo la paciencia de sus padres. Ese bebé, sin saberlo, está usando el método científico. Así comenzó la ciencia: como una forma natural de aprender y explorar el mundo. Pero algo cambió con el tiempo. ¿Qué pasó con esta curiosidad pura?
Antes y hoy
Al principio, la ciencia era solo una manera para aprender y conocer el mundo. Se planteaban hipótesis, se probaban y se ajustaban según lo observado. Un ejemplo sencillo: un agricultor en la antigüedad nota que las semillas sembradas en invierno no germinan, pero en primavera sí. Hipótesis: hay un momento óptimo para sembrar. Prueba, descarta, ajusta, y nace la agricultura estacional. Así, la ciencia era un proceso vivo, adaptable, impulsado por la necesidad de comprender.
Con el tiempo, pensadores como Francis Bacon, René Descartes y Karl Popper formalizaron este proceso. La ciencia se convirtió en un método riguroso, basado en la observación, la razón y la falsabilidad. Por razones históricas, la ciencia se opuso a la religión y fue desarrollada en las universidades e insertada en sistemas rígidos.
La ciencia ha sido institucionalizada casi por completo; la búsqueda libre del conocimiento quedó subordinada a normas burocráticas, agendas políticas, intereses económicos o narrativas dominantes sobre lo que es el saber válido. Los investigadores científicos publican o perecen. La Ciencia, así con mayúscula, se volvió autoridad y en ocasiones ha operado, paradójicamente, como aquello que desafió: un sistema de creencias resistentes al cambio.
Hoy, la Ciencia es una vara que mide bien, pero también golpea. La invocan para ganar discusiones (“la Ciencia dice que…”), para forzar políticas públicas o para descartar ideas que no encajan. Sin embargo, la Ciencia suele ser conocimiento parcial y, en el pasado, certificó ideas que hoy sabemos erróneas: los neandertales eran bestias torpes, el átomo es como un sistema solar, los psicodélicos deben ser prohibidos, no hay conocimiento más allá de la Ciencia.
La ciencia, cuando se practica como disciplina del asombro y no como acumulación de certezas, se convierte en un arte mayor: el arte de abrir mundos.
¿Por qué nos llamamos "nuevas ciencias"?
Aquí, queremos alejarnos de la parte rígida y dogmática de la Ciencia, pero recuperando su esencia de exploración y asombro. El método científico sigue siendo una herramienta para descubrir verdades.
Las nuevas ciencias son plurales. Ya no hay líneas evidentes entre disciplinas; hoy existen campos como la biotecnología cuántica, la neurociencia cognitiva o la antropología lingüística. Con sus teorías sobre computación, Turing y von Neumann abrieron un nuevo nivel de granularidad para los procesos científicos. La IA y el análisis de datos a gran escala (Big data) han transformado viejas disciplinas y creado nuevas: encontramos patrones que antes nos eran invisibles y podemos simular realidades complejas.
Por ejemplo...
Las nuevas ciencias incluyen campos que aún no tienen principios definidos (pre-axiomáticos), como el estudio de la conciencia y la complejidad, y también hibridaciones recientes, digamos de este siglo. Aquí dejamos algunos ejemplos.
Genómica ancestral: Liderada por Svante Pääbo y David Reich, estudia el ADN de humanos antiguos para reescribir la historia de nuestra evolución. Ésta fue mucho más compleja de lo establecido por la paleoantropología, con cruces entre especies Homo como los denisovanos y neandertales, con entradas y salidas de África a Eurasia, en varias oleadas. Nos obliga a repensar quiénes somos.
Conectómica: Pioneros como Olaf Sporns y Sebastian Seung trabajan en mapear todas las conexiones neuronales del cerebro. Su meta es ambiciosa: entender el "cableado" cerebral para tratar enfermedades como la depresión o el Alzheimer.
Complejidad: David Krakauer, director del Instituto Santa Fé, y muchos de sus colegas, estudian sistemas complejos (como el clima, los mercados o las ciudades) donde miles de partes interactúan. Descubren leyes emergentes que los modelos tradicionales no pueden explicar, como los patrones que rigen el comportamiento de un enjambre de abejas.
Memoria e inteligencia celulares: Michael Levin y Ricard Solé han trabajado en ambos campos. Levin describe la memoria bioeléctrica que guía el desarrollo y regeneración de las células, en un proceso similar a la embriogénesis. Podríamos no estar lejos de una revolución en medicina regenerativa que permita, por ejemplo, regenerar órganos completos.
Evolución cultural: Joseph Henrich y Peter Richerson exploran cómo las ideas, hábitos y tradiciones evolucionan como si fueran genes, transmitiéndose entre generaciones cuando los cambios del entorno son demasiado rápidos. Por ejemplo, han mostrado cómo la cooperación humana surgió gracias a normas culturales, no solo biológicas.
Correlatos neuronales de la conciencia: Autores como Christof Koch y Mark Solms están descifrando qué partes específicas del cerebro generan la conciencia. Sus hallazgos podrían resolver uno de los mayores misterios de la humanidad y abrir caminos para tratar trastornos de la conciencia.
El microbioma humano: Rob Knight y Jeffrey Gordon, entre otros, han descubierto que los microbios en nuestro cuerpo influyen en todo, desde nuestra digestión hasta nuestro estado de ánimo. El vínculo entre cerebro y sistema digestivo (ese segundo cerebro) está transformando la medicina, con tratamientos basados en ajustar las especies y cepas que componen nuestro microbioma.
Curiosidad por el futuro
No desechamos la Ciencia: reconocemos que su método y sus autores nos han mostrado el mundo.
Seguiremos, como cuando éramos bebés, probando, explorando y aprendiendo con la ciencia.
Queremos, en Nuevas Ciencias, entender cómo las fronteras del conocimiento cambiarán nuestra vida cotidiana y nuestro futuro.
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La ciencia no debe ser para unos cuantos, el ser humano por naturaleza es curioso, descubrir como antes para llegar más profundo, ir evolucionando en la ciencia con aportaciones de muchos se va haciendo sumamente interesante y útil. Gracias por siempre ser tan claro
Excelente blog, que acabo de descubrir (gracias a que él primero me ha descubierto a mí). Sólo me permitiré un comentario: si bajas --o bajáis (no sé si tiene uno o varios autores)-- sólo un poco el nivel, los textos serán asequibles a muchos más lectores. El grado de abstracción de los textos es inversamente proporcional al número potencial de lectores. Pero es sólo una sugerencia. A mí, tal como está, me gusta, y lo voy a recomendar desde Universo Ciencia. Saludos